Espero estés bien. Te escribo porque de pronto me entraron unas ganas locas de contarte lo que me ha pasado, porque en el fondo me sigue interesando compartirlo contigo, aunque no sea recíproco.
¿Te acuerdas de ese asunto? Va bien, seguro te enterarás, y seguro será por mí, sobre lo que pase. Aunque seguro no estarás aquí para entonces, ya lo he asimilado. Y luego, el fin pasado, uff!! Tantas cosas. La verdad no te extrañé, no sé si sea bueno o no decírtelo, pero ambos sabemos que podemos vivir uno sin el otro y que está bien, no pasa nada.
A lo mejor sólo estamos enojados. O a lo mejor no. A lo mejor estamos fastidiados, hartos, cansados de nosotros mismos. De lo que no somos y jamás seremos. De lo que nunca quisimos ser. De no entender, de no ceder. De insistir. Y más de resistir.
Por eso te escribo también. Porque en el fondo sigo siendo la cobarde y miedosa de siempre que no puede frente a ti. No sé qué es, pero algo tienes que me aniquila con el simple hecho de estar frente a frente. Me encantaría que interpretaras el silencio, las miradas... mi silencio, mis miradas. Y tal vez no eres tú, no son los demás. Tal vez soy yo la que nació rara y tiene toda una vida para corregirse. O para aceptarse. Y en el proceso, también para dejarte ir.
En fin, me despido, esperando que tu vida, tus pensamientos y tus silencios vayan mejor que los míos. Un beso desde lo más hondo de mi alma, para ti.
C.