¡Odio el frío!

Definitivamente: odio el frío. Y no es un odio porque el frío sea algo muy feo, sino que las circunstancias no le ayudan a que la gente como yo pueda disfrutar de él.

No es que me encante quejarme de las cosas, pero si yo fuera una princesa y tuviera una cama gigante con miles de edredones carísimos de plumas, un palacio con calefacción y la vida resuelta como para pararme a la hora que a mi ser se le antojara, la cosa sería diferente. Pero no, no soy una princesa, soy un ser de la prole, que tiene que levantarse temprano y salir al frío de la ciudad a luchar por ser alguien en esta vida.

Y es horribleeee!!! Me acuesto en mi cama que está estratégicamente colocada en el lugar más frío de mi recámara y las sábanas están heladas. Y a pesar de usar pijama de franela, sudadera y calcetines de dormir, como toda buena mujer en plenitud, me congelo. Y me hago bolita y medio me duermo... pero nomás se me ocurre estirarme y ¡aaaahh! regresa el frío y me despierto y así muchas veces durante la noche. Al fin logro dormir y de repente: tururutururutururu, suena el despertador, ese sonido que para mí, que soy una malagradecida con la vida, representa mi primera queja del día. Abro los ojos y lo primero que veo es la ventana y a través de ella un cielo más gris que mi patética vida amorosa y una neblina región 4 que ni siquiera me recuerda a Londres. En lo personal el clima nublado y frío nunca me ha gustado. Digo, el calor extremo que te hace sudar como cerdo y que despierta tantos y tantos olores desagradables, inaguantables cuando uno viaja en metro, tampoco es de mi agrado. Pero el frío duele y aunque te pongas encima el departamento de chamarras de Liverpool, alguna parte de tu cuerpo se enfriará. Además no puedes andar por la vida envuelta como taco.

Y después de eso viene un paso más terrible aún: salir de mi templada cama, caminar hacia el baño y despojarme de mis ropas. Y cuando bajo un chorro de agua hirviendo me siento a salvo, es que aún no he vivido lo peor: salir de la regadera, con el cuerpo caliente, a un clima frío. Y de todo este proceso son resultado las molestas gripas o de menos el escurrimiento nasal matutino.

Y así es como explico que en lo personal me choca el frío. Me deprime, enfría en extremo mis píes, manos, nariz y orejas. Hace que de mis ojos escurran lágrimas involuntariamente. Le da a mi cara un aspecto de zombie, (multiplicado a la novena potencia de mi aspecto zombie normal). Hace que de mi boca salga humo y más humo. Y muchas cosas más horribles que me hace pasar el frío.

¿No me digan que ustedes, (mexicanos como yo), se dejan llevar por "el espíritu" de las películas gringas navideñas, y se sienten Macaulay Culkin cuando salen al frío? Yo espero no...

PD. Y para acabar de fregar esta entrada, cada vez veo más lejos eso de independizarme. El kilo de huevo está ya a 20 pesos. ¡20 pesos! Empezaré a comer ramas secas, puedo acostumbrarme...